“1 Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, 2 diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle. ........... 9 Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. 10 Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. 11 Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. 12 Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.” (Mateo 2:1-12)
Poco podemos contar que no se haya dicho ya sobre aquellos hombres que emprendieron un largo viaje para buscar al rey de los judíos porque habían reconocido las señales en el cielo que anunciaban su nacimiento. Señalar tan solo, aunque seguro que esto ya lo sabes, que en algunas versiones de la biblia se emplea el término "hombres sabios", ciertamente más acertado con el sentido original de la palabra "magos".
En cualquier caso, esta es la última fiesta de la Navidad y llegamos a ella cansados. Cansados de tanta comida, tanta reunión, tantas compras en tiendas repletas de gente... Pero aún así, y sobre todo si hay niños pequeños, es un día que tiene algo especial. Las cabalgatas y, sobre todo, abrir los regalos por la mañana y ver las caras de los más pequeños... bueno, digamos que eso no tiene precio.
Pero lamentablemente aunque el relato bíblico es bien conocido, aún incluso entre los no creyentes, toda la fiesta que rodea este día ha terminado eclipsando el texto bíblico. Nos hemos quedado con un relato en el que los reyes magos parten de oriente para repartir regalos entre los niños que se han portado bien durante este año (obviando la palmaria injusticia que resulta del hecho de que en realidad la calidad y cantidad de esos regalos esté sometida a la capacidad adquisitiva de los padres y no al comportamiento de los infantes). Nos hemos quedado con la fiesta y hemos olvidado lo que realmente importa.
Hemos olvidado la razón por la que aquellos hombres sabios emprendieron un viaje tan largo. Hemos olvidado que cuando por fin encontraron al rey de los judíos "se regocijaron con muy grande gozo" (V.10). Y que no solo se regocijaron sino que "postrándose, lo adoraron" (V.11).
Al igual que anteriormente los pastores, estos hombres sabios nos mostraron el auténtico sentido de la Navidad. El que realmente tendría que ser el punto central de las fiestas. Un tiempo de adoración a ese Jesús que vino a este mundo para darnos la vida. Alegremonos porque "...ha nacido en la Ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor." (Lucas 2:11)
"... yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia." (Juan 10:10)

No hay comentarios:
Publicar un comentario