¿Te imaginas poder vivir la experiencia de ganar un premio importante? Te hablo de ganar un Oscar, un oro olímpico, un Nobel… Algo así. O que alguien realmente importante haga una comida y te invite personalmente. A ti. De entre todas las personas del mundo te elige a ti para cenar con él. Menudo privilegio. Lo malo es que, normalmente, para que te den un premio de esos tan importantes hay que ganarlo. Y para que alguien realmente importante te invite a su mesa pues, normalmente, tienes que ser tan importante como él o, con bastante frecuencia, tienes que tener algo que te hace necesario para sus intereses. Y no sé tu, pero en mi caso no creo que nunca tenga opciones ni para ganar uno de esos premios tan importantes ni para que haya ninguna persona realmente relevante que me tenga en su lista de invitados para su próxima fiesta.
Pero hay un privilegio aún mayor que todo eso. Haber conocido a Jesús. Y aún mayor que eso, haberle conocido, que Él te hablase y que, personalmente, te dijera “Tus pecados te son perdonados”. Jesús se lo dijo a muchas personas, a la mujer pecadora en casa de Simón el fariseo (Lucas 7:36-50), a un paralítico (Marcos 2:1-12), a Zaqueo (Lucas 19:1-9)… Muchas personas tuvieron el inmenso privilegio de que Jesús mismo les dijese que habían sido limpiados de su pecado.
Hoy en día, aunque esperamos su regreso, Jesús no está físicamente en esta tierra así que esa maravillosa experiencia que vivieron Zaqueo, el paralítico y otras muchas personas no nos va a ser posible disfrutarla. Pero Jesús sigue dándonos la oportunidad de que nuestros pecados sean perdonados.
La Biblia dice “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” (Efesios 2:4-9). En este texto nos está diciendo que Dios, por medio de Cristo, nos da vida. Y que aún cuando por nuestros pecados estábamos muertos, Él nos resucita, y nos invita a sentarnos junto a Él por todo la eternidad. El privilegio máximo que es que Jesús te diga “Tus pecados te son perdonados” todavía está a nuestro alcance.
Si aún no has dado el paso de entregarle a Él tu vida, este es un buen momento para orar y decirle que eres pecador, que aceptas ese sacrifico perfecto de Cristo en la cruz, y que quieres que Él habite en tu corazón. Si lo haces será como si Jesús mismo te dijera “Tus pecados te son perdonados”.

No hay comentarios:
Publicar un comentario