“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1)
“¿Quién midió las aguas con el hueco de su mano y los cielos con su palmo, con tres dedos juntó el polvo de la tierra, y pesó los montes con balanza y con pesas los collados? ¿Quién enseñó al Espíritu de Jehová, o le aconsejó enseñándole? ¿A quién pidió consejo para ser avisado? ¿Quién le enseñó el camino del juicio, o le enseñó ciencia, o le mostró la senda de la prudencia?” (Isaías 4:12-14)
Gribbin y Rees, ambos doctores en astrofísica, escribieron en su libro “Coincidencias cósmicas” que “las condiciones en nuestro Universo realmente parecen ser especialmente adecuadas para las formas de vida como nosotros, y quizás incluso para cualquier forma de complejidad orgánica. Pero la pregunta sigue siendo: ¿está el Universo hecho a medida para el hombre?”. Hablaban de la proposición del ajuste fino. Una premisa que afirma que un pequeñísimo cambio en varias de las constantes físicas, habría provocado un universo completamente diferente e incompatible con la vida.
Incluso el famoso físico y divulgador Stephen Hawkin señaló en su famoso libro "Breve historia del tiempo" que “Las leyes de la ciencia, tal como las conocemos en la actualidad, contienen muchos números fundamentales, como el tamaño de la carga eléctrica del electrón y la proporción de las masas del protón y del electrón... El hecho notable es que los valores de estos números parecen haber sido ajustados muy finamente para hacer posible el desarrollo de la vida”.
Y sin embargo, aún así, aún contemplando el perfecto equilibro que sustenta el universo, el hombre es incapaz de ver en ello la mano de Dios y admirar la obra de la creación. Prefiere apartarle, callarle, y pensar que todo no es más que fruto de una concatenación de casualidades. Que somos hijos del azar.
Pero a mi aún me maravilla contemplar la obra de sus manos. Y no puedo evitar hacer mías las palabras del salmista “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?” (Salmo 8:3-4)

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