"¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!" (Lucas 13:34)
"No queréis venir a mí para que tengáis vida." (Juan 5:40)
Muchas personas, al hablarles de Dios, responden que no pueden creer porque no tienen fe. Pero en los versículos anteriores Jesús afirma que es un rechazo deliberado.
Y es que mucho antes de que Jesús viniera a la tierra, Dios había enviado profetas a su pueblo desobediente buscando que se volviesen a Él. Pero a pesar de todo nos dice que "... no oyeron mis palabras, que les envié por mis siervos los profetas, desde temprano y sin cesar; y no habéis escuchado, dice Jehová" (Jeremías 29: 19). Incluso la capital, Jerusalén, fue con frecuencia el escenario de agresiones físicas contra los mensajeros De Dios.
Durante su vida en la tierra Jesús hizo todo lo posible para reunir a su pueblo "debajo de sus alas", pero en todas las ocasiones la respuesta es la misma "no quisiste".
En el versículo de Juan 5:40 que citamos al principio, Jesús va más allá y nos muestra a dónde conduce esa voluntad opuesta en el corazón del hombre. “No queréis venir a mí para que tengáis vida”. Porque eso es lo que está en juego: la vida eterna. Como lo hizo en el pasado por boca de Moisés, Dios nos pone ante una elección: “Os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas” (Deuteronomio 30:19).
¿Y tu? ¿Qué eliges?

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