17 de marzo de 2024

¿Qué es el hombre?


Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?” (Salmo 8: 3-4)

El ser humano es fascinante y ha logrado cosas realmente increíbles. No solo ha llegado a la luna sino que además ha sido capaz de poner en orbita una estructura tan grande como un campo de futbol, la Estación Espacial Internacional (ISS). Ha escudriñado hasta lo más profundo del universo. Ha sido capaz de curar enfermedades que hasta hace bien poco eran incurables. Ha llegado hasta lo más alto de la tierra y ha descendido a lo más profundo. 

Diríase que, como especie, podríamos estar orgullosos de nuestros logros, pero lo cierto es que si miramos a nuestro alrededor vemos que en realidad no tenemos motivos para ello. Siguen las guerras, sigue el hambre, sigue la desigualdad … El hombre, que tantos logros acumula, ha sido incapaz de cambiar su corazón. 

Dice Romanos 1: 21-22 “habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios,”.

¿De que nos sirve, como humanidad, llegar a entender el universo? ¿Para hacernos semejantes a Dios? Antes al contrario, ver toda la grandeza de la creación, debería hacernos ver lo poca cosa que somos. Debería hablarnos de un Dios todopoderoso y llevarnos a buscarle para alabarle y adorarle. 

Y más aún cuando sabemos que Dios es el único que puede limpiar nuestros corazones. “Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. 26 Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. 27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.” (Ezequiel 36: 25-27)

No como humanidad, sino como individuos, cada uno de nosotros podemos (debemos) dar gracias por que hemos tenido el privilegio de llegar a conocer a Dios. 

Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.” (Jeremías 9:24)


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