En “La canción de amor de J. Alfred Prufrock” de T. S. Eliot, el que para mi es el mejor poema jamás escrito, después de presentarnos al protagonista hablando de tu a tu con su soledad reduce toda su vida a un solo verso diciendo “y, en resumen, tuve miedo”. Y ese miedo que explica la vida de Prufrock es también la explicación de muchas de las situaciones que el ser humano vive.
“Tuve miedo” son las primeras palabras que podemos leer pronunciadas por un ser humano en la biblia (Génesis 3:9-11), cuando Dios llama a Adán en el huerto. Cuando Saúl y todo Israel ven a Goliat nos dice la biblia en 1 Samuel 17: 11 que “… se turbaron y tuvieron gran miedo”. Cuando el concilio de los fariseos se reúne tras escuchar las señales que Jesús había hecho no las ponen en duda, sino que plantean “Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación.” (Juan 11:48). Tenían miedo a la reacción de los romanos.
Por supuesto que también nosotros sabemos lo que es tener miedo. Porque por supuesto también nosotros hemos tenido que enfrentar situaciones que nos daban miedo. Hemos tenido miedo, como Adán, por las consecuencias de nuestro pecado. O, como el pueblo de Israel, ante un problema que no estamos capacitados para enfrentar con nuestras propias fuerzas. O, como los fariseos a las consecuencias de seguir, y obedecer, a Cristo. Todo el mundo sabe lo que es tener miedo porque es algo que todo el mundo ha experimentado.
Lo que no todo el mundo puede vivir es la experiencia de enfrentar ese miedo teniendo a tu lado a un Dios que no te deja solo en tu angustia. Y es que ser cristiano quiere decir que tienes a un Dios que te dice “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” (Isaías 41:10). Saber que no estamos solos, que tenemos un Dios que nos acompaña, que nos da fuerzas y que nos ayuda es un maravilloso privilegio que nos permite vivir confiados. Un privilegio que Dios ha puesto al alcance de todo el mundo.
"Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús." (Filipenses 4:6-7))

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