8 de septiembre de 2024

Miedo


En “La canción de amor de J. Alfred Prufrock” de T. S. Eliot, el que para mi es el mejor poema jamás escrito, después de presentarnos al protagonista hablando de tu a tu con su soledad reduce toda su vida a un solo verso diciendo “y, en resumen, tuve miedo”. Y ese miedo que explica la vida de Prufrock es también la explicación de muchas de las situaciones que el ser humano vive.  

Tuve miedo” son las primeras palabras que podemos leer pronunciadas por un ser humano en la biblia (Génesis 3:9-11), cuando Dios llama a Adán en el huerto. Cuando Saúl y todo Israel ven a Goliat nos dice la biblia en 1 Samuel 17: 11 que “… se turbaron y tuvieron gran miedo”. Cuando el concilio de los fariseos se reúne tras escuchar las señales que Jesús había hecho no las ponen en duda, sino que plantean “Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación.” (Juan 11:48). Tenían miedo a la reacción de los romanos. 

Por supuesto que también nosotros sabemos lo que es tener miedo. Porque por supuesto también nosotros hemos tenido que enfrentar situaciones que nos daban miedo. Hemos tenido miedo, como Adán, por las consecuencias de nuestro pecado. O, como el pueblo de Israel, ante un problema que no estamos capacitados para enfrentar con nuestras propias fuerzas. O, como los fariseos a las consecuencias de seguir, y obedecer, a Cristo. Todo el mundo sabe lo que es tener miedo porque es algo que todo el mundo ha experimentado.

Lo que no todo el mundo puede vivir es la experiencia de enfrentar ese miedo teniendo a tu lado a un Dios que no te deja solo en tu angustia. Y es que ser cristiano quiere decir que tienes a un Dios que te dice “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” (Isaías 41:10). Saber que no estamos solos, que tenemos un Dios que nos acompaña, que nos da fuerzas y que nos ayuda es un maravilloso privilegio que nos permite vivir confiados. Un privilegio que Dios ha puesto al alcance de todo el mundo. 

"Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús." (Filipenses 4:6-7))


1 de septiembre de 2024

¡No te rindas!


"Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios." (Hebreos 12:1-2)

¡𝐍𝐎 𝐓𝐄 𝐑𝐈𝐍𝐃𝐀𝐒!

En 1952, la campeona Florence Chadwick quiso atravesar nadando los 40 km. que separan la costa californiana de la isla de Santa Catalina. Después de 15 horas, una espesa niebla la desorientó, por lo que se rindió a solo 1 km de la meta. Dos meses más tarde hizo un segundo intento y, de nuevo, una espesa niebla cayó sobre el agua. Pero siguió adelante y llegó a su destino, convirtiéndose en la primera mujer en lograr esta hazaña. Cuando le preguntaron cómo lo había logrado, Florence dijo: «Pensaba mucho en la playa a la que quería llegar, aunque no podía verla».

Es un ejemplo para nosotros los cristianos. A menudo tenemos la tentación de rendirnos, de desanimarnos en el camino, como el pueblo de Israel en su camino hacia la tierra prometida (Números 21:4).

¿Cómo vivir en tiempos de oscuridad, de desánimo y tentación? Pensemos en la meta: “No niegues en la oscuridad lo que has visto en la luz”, escribió un poeta inglés. En tiempos de angustia, recordemos las muchas veces que el Señor nos ha librado. Aceptemos de parte de Jesús lo que nos sucede, la tristeza, el desánimo quizá… y hablémosle de todo esto por medio de la oración. El secreto de la perseverancia es fijar “los ojos en Jesús”. En los momentos difíciles, pensemos siempre en Jesús. Él nos ayudará a superar todo y a mantenernos firmes.

Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:14)