23 de abril de 2023

El día del libro.



"Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia," (2 Timoteo 3:16) 

En el día del libro nos es imposible no hablar de la biblia. Algunas curiosidades sobre la Biblia. 

- El nombre, "Biblia", proviene del griego  βιβλία, que significa conjunto de libros.

- Fue escrito durante aproximadamente 1600 años, por cuarenta personas. Desde el 1500 a.C. hasta el 100 d.C.

- Traducida a más de 2454 idiomas, y con más de 3900 millones de biblias vendidas en el último siglo, sigue siendo el libro más vendido de todos los tiempos.

- Poseer una biblia está castigado con pena de muerte en algunos países como Corea del Norte y Arabia Saudí.

- China es el país que más biblias produce, aunque en China está prohibido poseer una. 

- Louis Waynai construyó, en 1930, la Biblia más grande del mundo. Mide1.20 metros de alto, cuando se abre mide 2.48 de ancho y pesa más de 496 kilos. 

- El nombre de más largo en la Biblia es Maher-salal-hasbaz (Isaías 8:3)

- En la Biblia no encontramos ninguna descripción sobre la apariencia física de Jesús. 

- Solo hay dos hombres que fueron al cielo sin morir, además de Jesús, Enoc y Elías. 

- Debido a un error tipográfico, hay una Biblia (en inglés) que dice "cometerás adulterio" (Exodo 20:14). Se publicó en 1631 y en la actualidad existen muy pocas copias de dicha Biblia. 

- El versículo más corto de la Biblia está en Juan 11:35 y tiene solo dos palabras. "Jesús lloró". 

- La palabra "cristiano" solo aparece tres veces en la Biblia. (Hechos 11:26, Hechos 26:28 y 1 Pedro 4:16)

- La frase "No temas", y sus variaciones, aparece 365 veces en la Biblia. 

- La última palabra de la Biblia es "Amén". 








4 de abril de 2023

El día que asesinaron a Martin Luther King

3 de abril de 1968. Tras un largo periplo de actividades y compromisos públicos, el reverendo Martin Luther King Jr. está física y emocionalmente agotado. La gira de apariciones públicas ha finalizado y su intención es regresar a Washington para descansar lo antes posible. Y de haberlo hecho, hubiese seguido vivo. Pero sobrevivir  no estaba escrito en su destino. Era como un hombre que caminaba hacia la cruz: tarde o temprano se vería con clavos en las palmas de sus manos, y nada podía hacer por evitarlo.

Quiere irse a Washington, pero un grupo de trabajadores se acerca a él y le pide apoyo. King es una figura de categoría mundial y podría simplemente haber alegado cuestiones de agenda para quitarse el compromiso de encima. Pero es un hombre que nunca dice que no a quienes lo necesitan. Decide ayudarles y permanecer en Memphis una noche más. Será la última. Tiene treinta y nueve años.

Los empleados negros del servicio público de limpieza de la ciudad de Memphis han organizado una protesta, porque sus compañeros blancos han recibido pago por unas horas de trabajo suspendidas y ellos no. Es realmente un asunto de poca monta, al menos en comparación con lo que Martin Luther King, el Premio Nobel de la Paz más joven de la historia y uno de los individuos más reconocidos del planeta, suele llevar entre manos. Es el más relevante defensor mundial de los Derechos Civiles. Dialoga con presidentes y gobiernos, es recibido en las más altas instancias, la prensa habla constantemente de él. En el resto del mundo se lo considera un ejemplo a seguir, un icono universal de la paz y de la lucha por el progreso humano. Es el hombre que dio el discurso de “he tenido un sueño” ante cientos de miles de personas en el Capitolio, el líder de masas cuya oratoria ha conmovido a todo el planeta.

Y aun así, desoyendo el consejo de su entorno cercano, decide apoyar a los trabajadores de la limpieza de Memphis en una protesta de poca monta. Cualquier otro hubiera declinado la invitación, él no. Ante una reducida audiencia formada por un puñado de huelguistas negros y algunas otras personas que apoyan la causa, pronuncia un discurso —otra de las muchas muestras de su brillantez dialéctica— y los asistentes reciben cada palabra con entusiasmo. A fin de cuentas, el más grande paladín vivo del humanismo ha aceptado hablar ante ellos para defender su causa.

Pero el estado anímico de Martin Luther King es malo. Muy malo. No sólo porque está terriblemente cansado, sino porque lleva años soportando en soledad tensiones para las que nunca estuvo preparado. Poca gente lo sabe, pero es un hombre atormentado, alguien para quien la vida pública ha sido una constante fuente de padecimientos y sinsabores. Y nunca se ha permitido el lujo de quejarse. Su situación es emocionalmente terrible como producto de años de chantajes y amenazas en secreto, de las que nunca ha hablado ni ante la gente ni ante la prensa, ni siquiera ante muchos de sus colaboradores cercanos.

En aquella ocasión, su equipo de ayudantes —que saben lo agotado que se siente— espera verlo ofrecer un discurso de circunstancias sobre lo que no pasa de ser un asunto de categoría local. Y así empieza, como un alegato sobre los derechos de los trabajadores y las reivindicaciones raciales de rigor.

Pero lo que nadie esperaba que aquellas palabras, que serán las últimas pronunciadas en público, se terminaran convirtiendo en un pedazo de historia. Algo sucede aquella noche mientras King está hablando. Algo novedoso, algo imprevisto e impactante. Un extraño momento de inspiración o de desahogo lleva al famoso líder a terminar su discurso con un muy breve párrafo surgido de lo más hondo de su espíritu, uno de los arrebatos dialécticos más célebres y conmovedores nunca registrados. En esa repentina desviación de su discurso habitual, pronunciada con una extraña intensidad, habla por primera vez de las amenazas de muerte que lleva recibiendo desde hace mucho tiempo.

“No sé lo que va a suceder ahora, tenemos tiempos difíciles por delante, pero realmente no me importa. Porque he estado en la cima de la montaña. Como a cualquiera, me gustaría vivir una larga vida. La longevidad es importante, pero ahora mismo no estoy preocupado por eso. Sólo quiero hacer la voluntad de Dios. Y Él me ha permitido subir a la cima de la montaña. He mirado a lo lejos y he visto la Tierra Prometida. Puede que no consiga llegar allí con vosotros. Pero quiero que sepáis esta noche que nosotros, como pueblo, llegaremos a la Tierra Prometida. Así que esta noche estoy feliz. No estoy preocupado por nada, no le temo a ningún hombre, ¡mis ojos han contemplado la gloria de la llegada del Señor!”

Termina el discurso alejándose súbitamente del estrado, diciendo algo que ya los micrófonos ya no captan. Los suyos lo abrazan. Después se deja caer en un asiento. Tras una década de soportar en silencio una constante tortura psicológica, finalmente ha hecho referencia a la posibilidad de su asesinato en uno de sus famosos discursos. Es un instante memorable.

Por la tarde, en aquel nuevo y repentino estado de ánimo, el grupo de hombres se dispuso a dejar el motel. Martin Luther King fue de los primeros en salir a la galería exterior, conversando animadamente y, si queremos reparar en otra coincidencia, sugiriendo a uno de sus ayudantes —que era músico— que en su actuación de la noche tocase el himno gospel preferido de King, Precious Lord, take my hand… esto es, “amado Señor, toma mi mano”.


2 de abril de 2023

¿Es correcto adorar una imagen?

“Avergüéncense todos los que sirven a las imágenes de talla. Los que se glorían en los ídolos.”
Salmos 97: 7

En primer lugar es importante destacar que la práctica de usar imágenes en la adoración era totalmente desconocida por la iglesia cristiana del primer siglo, aun cuando en las catacumbas cristianas se han encontrado algunos restos de cuadros y esculturas cuya mera existencia no nos dice nada sobre como fueron usados. Sin embargo podemos estar seguros de que los primeros cristianos tenían una posición clara respecto a la idolatría. Provenían principalmente de Israel, por lo que estaban familiarizados con la ley de Moisés que les prohibía adorar o venerar a otro que no fuese Dios.

En el segundo mandamiento de dicha ley Dios advierte a Israel lo siguiente No tendrás dioses ajenos delante de mí. No harás para ti escultura, ni imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinaras a ellas ni las servirás” (Deuteronomio 5: 7-10). Al dar a conocer su nueva fe no había nada más lejano en las intenciones de los primeros cristianos que el fomentar o aceptar la adoración o veneración de imágenes.

Lamentablemente a partir de finales del segundo siglo el uso de imágenes para dirigirse a Dios toma impulso al ser adoptado formalmente por las autoridades de la iglesia extendiéndose a continuación por todo el mundo cristiano. Hacia el siglo IV después de Cristo la iglesia había quedado tan saturada de costumbres paganas que a los nuevos conversos se les permite continuar con sus antiguos ritos y costumbres. Las personas que antes se postraban, y encendían velas e incienso a imágenes de dioses paganos, lo hacían ahora a la cruz, las imágenes y el altar. Hoy, es una practica común dentro de la iglesia católica donde incluso es considerado un gran privilegio participar en el cuidado y ornamentación de las imágenes y estatuas.

Sin embargo, la mera aprobación de una práctica religiosa por parte de las autoridades de la iglesia no hace aceptable esa práctica a los ojos de Dios. Mucho menos si está en contradicción con su Palabra revelada en la Biblia.

Hay dos riesgos evidentes en la adoración o veneración de imágenes:

1º - Siempre existe el peligro de confundir el objeto con aquello que supuestamente se cree que representa. Pablo nos previene contra este error cuando dice Siendo pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la divinidad sea semejante a oro o plata o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombre (Hechos 17: 29).

2º - El peligro de pensar que es la imagen en si misma quien posee la gracia y el poder divinos necesarios para beneficiar al creyente.

Es habitual que muchas personas lleven consigo, en la cartera o en el coche, pequeñas imágenes religiosas. Para muchas de ellas el mero hecho de portarlas es considerado como una especie de bendición, una especie de amuleto protector. Sin embargo el profeta Habacuc dice ¿De qué sirve la escultura que esculpió al que la hizo? ¿La estatua de la fundición que enseña mentira, para que haciendo imágenes mudas confíe el hacedor en su obra?¡Ay del que dice al palo: Despiértate; y a la piedra muda: Levántate! ¿Podrá él enseñar? He aquí está cubierto de oro y plata, y no hay espíritu dentro de él (Habacuc 2: 18-19).

¿Por qué la Biblia no dice nada respecto a la necesidad de imágenes para acercarse a Dios? Porque la verdadera adoración a Dios descansa en la fe que nos asegura que El existe y que va a llevar a cabo todo lo que El ha prometido hacer. Si tenemos fe no necesitamos imágenes.

Es a través del estudio de su palabra como podemos percibir su sabiduría, justicia, amor y poder. Es así como podremos obtener todos los ingredientes necesarios para llevar a cabo la verdadera adoración a Dios sin necesidad de usar imágenes. Y entonces podremos ofrecerle algo que será aceptable, aquella adoración que es en espíritu y en verdad (Juan 4:24)